martes, 30 de junio de 2015

EL FESTEJO

Las fechas confundieron la respuesta, que fue breve. Cambió una vez. Fue suficiente para pensar y entender. Otro día, diferente lugar, más tiempo vivido. Era invierno y las flores de la primavera, aún no habían nacido. Por la ventana debe haber entrado el frío. Quizá el sol, tal vez las nubes. Algo en el cielo, en ese día, conspiró para que el calor no reinara. Siempre que el invierno pasa, algo vuelve a suceder y me confunde. Los pasos se dirigen hacia el puesto de flores y las manos las eligen de colores. Parece un acto repetido: el mantel blanco, las copas de cristal y el sueño del festejo que ya se ha ido. Todas las primaveras vuelvo a entender, que mi invierno sigue vivo.

domingo, 28 de junio de 2015

LOS AROS Y EL RELOJ

Algunas veces miramos la vida que pasa, desde un lugar extraño. No se ve el cielo y estamos inmóviles. Quietos, tal como si el tiempo se hubiera detenido, para observarlo todo desde otra perspectiva. Sabemos que es solo por un rato, sin embargo los minutos parecen extenderse logrando detener las agujas del reloj. La mirada busca incesantemente hacia los costados. El parpadeo se vuelve constante acompañando los latidos que persisten en el cuerpo. El silencio nos ensordece y nos predispone a pensar. Tras esa puerta, todo continúa. Cada ruido es una orquesta para los sentidos que están alertas ante la quietud. Es solo por un rato, el tiempo exacto para comprender que estamos vivos. Los aros y el reloj, han quedado sobre la mesa.

jueves, 25 de junio de 2015

TIEMPO

Tener tiempo es una dicha. Poder transcurrir entre los minutos que van pasando, es algo que se asemeja a la felicidad. Hubo tiempo en la despedida. Las horas últimas se extendieron hasta volverse recuerdos. Hubo tiempo en la mirada que aquietó la pena. Siempre el tiempo, entre las lágrimas. En la memoria viven las risas que ya sonaron en otro tiempo. Habrá tiempo para entender que el apuro se lleva aquello, que luego añoramos. Habrá más tiempo aún, si la lentitud de la espera, nos mantiene despiertos los sentidos. Es tiempo y será sueño, mañana.

martes, 23 de junio de 2015

INVIERNO

Es en invierno cuando los recuerdos parecen soltar los eslabones de la cadena de la memoria. El frío los amontona por las mañanas, para liberarlos a la noche, cuando reposan quietos en un sueño. Van saltando por las estaciones, tomando color y fuerza , sin dejar ningún instante en el pasado. No quedan en el olvido los momentos vividos. Una bufanda y un gorro, les quitan las penas. Van unidas las risas y las lágrimas. Unas a otras se suceden en el tiempo que ya ha transcurrido. Es en invierno cuando revive el abrazo y vuelve a nacer la despedida.

lunes, 22 de junio de 2015

VELO CON TULES TRANSPARENTES

Las palabras nos acercan aún en la distancia. Nos complementan en la lejanía. Nos dan esas cosas que muchas veces la presencia no otorga. En ciertas ocasiones  bastan para darnos certezas. Nos convencen y nos alimentan. Nos despabilan del sueño que creemos vivir, para situarnos en una realidad que dista de ser absoluta. Una línea, solo una, nos demuestra que la percepción siempre tiene una sola cara. No hay antifaces que puedan cambiarla. No hay máscaras ni caretas al final del día. Hay colores fosforescentes que encandilan. No logran los disfraces, cubrir lo que somos y lo que sentimos. Solo mantienen un velo con tules transparentes, que finalmente se rompe. Queda al descubierto, entonces, la intención oculta y la mentira encubierta. Ciertas palabras están llenas de dulces incógnitas. Se develan en un instante. El momento en el que nace la verdad.

domingo, 21 de junio de 2015

SIGUE AHÍ

Una mezcla explosiva era la que me provocaba papá. El modo en el que acarreaba el éxito, íntegramente logrado, paso a paso y con una cierta timidez. Sus días en la cima atenuados por esos otros tiempos en los que nada parecía tener y seguía siendo el mismo. Lo miro, está dormido. Sus manos están cruzadas, apoyadas sobre la sábana blanca. La verruga en el mismo lugar, casi sobre su pestaña oscura. Me parece verlo en su escritorio, seleccionando las notas, con cuatro o cinco personas a su alrededor. Todos en la oficina vidriada del diario. El dueño de las decisiones. Su traje. Sus bigotes. Pero hoy no hay periodistas a su lado, ni un cajón ni su escritorio. No hay ruidos de teclas de Olivetti, sonando por ahí. Sin embargo, sigue siendo dueño de sus decisiones y sigue mirando igual. Sigue hablando con el mismo tono bajo y firme, pero esta vez dice " de ninguna manera" y no somos periodistas ni trabajamos con él. Solo estamos asintiendo en silencio y sin cuestionar. Porque esta nota final que papá decide publicar, casi en el cierre, nos mantiene juntos, desesperados, y ante nuestras miradas que le dicen " papá, no hemos terminado", él, como en otros tiempos, dice: "pues, yo sí".
Son las tres de la tarde, sigue octubre y papá se va.

sábado, 20 de junio de 2015

SELLADA EN LA MEMORIA

Eran seis cuadras las que caminábamos al salir del colegio. Entre su casa y la mía, una plaza. Nos deteníamos en el kiosco y nos reíamos de todo. Las tardes seguían luego, en el barcito que estaba de moda, para terminar más tarde conversando por teléfono. Miro hacia atrás y recuerdo el tiempo en el que todos los días eran compartidos. Mientras esto sucedía, íbamos creciendo y tomando caminos diferentes. La vida nos soltaba  las manos para entender ahora, que mucho más allá de la aparente distancia y aún en la absoluta lejanía, toda la unión ya estaba sellada en la memoria. La amistad tiene esas cosas. No necesita la aprobación en el desacuerdo. No requiere el entendimiento, ante una actitud inesperada. Solo continúa guiándose por los recovecos de las risas detenidas. Sigue nutriéndose de las voces que sonaron tanto y que hoy mantienen vivo el eco del ayer.

miércoles, 17 de junio de 2015

EL DÍA QUE SIEMPRE FUE MÍO

He podido finalmente, dejar atrás el festejo en primavera. Siempre supe que era invierno. No tenía antes la certeza. Tuve después el instinto. Despertó gradualmente a medida que iban pasando los inviernos. Cuando conocí el día, lo pasé por alto; primero por costumbre, luego por miedo. Ahora siento que el aire frío me pertenece. Pude encontrar la hora y el lugar. Ahora lo siento mío. Me queda la memoria, teñida de flores relucientes. Han pasado a ser recuerdos, los cumpleaños que no eran. Vuelve a empezar el invierno, pero esta vez nace junto al frío, el día que siempre fue mío.

martes, 16 de junio de 2015

Unas líneas de mi libro " PAPÁ" (INÉDITO)

" Ana fue a su cuarto y me trajo una bolsa llena de fotos que papá había guardado para mi. Me dijo que se había pasado varios de los últimos días en su casa, antes de internarse, ordenando esas fotos. Lo imagino mirándolas, recordando esos viajes en los que veníamos con mamá a Buenos Aires y él me llevaba a sacarme fotos. Conservo esa bolsa tal como me la dejó. La sostengo entre las manos y vuelvo a imaginarlo. A papá le gustaba llevarme a sacar fotos. Esto sucedió durante muchos años, desde que yo era muy chica. Recuerdo unas en un estudio lleno de juguetes. Lo veo a  Mickey de mi mano y a Pluto un poquito más atrás. Me acuerdo de otra tarde caminando por una mesa larga y entre los flashes de una vieja máquina, lo veo a papá supervisando otras fotos que un sábado fui a mirar en un kiosco. Todas esas fotos están en mi bolsa. En todas lo recuerdo a papá, detrás del fotógrafo. Varios años después, cuando yo trabajaba en una revista, le comenté que me habían ofrecido hacer una prueba fotográfica, para otra revista de la editorial en la que era redactora. Recuerdo su gesto. Se quedó en silencio y me miró sobre los anteojos, acomodando sus papeles en el escritorio. Esas fotos están en esa bolsa mía. Las otras que siguen, en el orden en el que papá las acomodó, son en su casa, con mi primer hijo en mis brazos. Esa bolsa de papel, es la herencia de los momentos más valiosos que llevo guardados. Los minutos en los que papá miró, pensó y ordenó para mi, tal como un legado de su presencia en mi vida. Muchas veces lejos y tantas otras cerca."

sábado, 13 de junio de 2015

UN CUENTO DE JORGE VICTORIANO ALONSO( para festejar el DÍA DEL ESCRITOR)

" SE ESTÁN SUICIDANDO LOS BERTOLOTTO" de JORGE VICTORIANO ALONSO

"El gringo Bertolotto vivía en la calle 9 de Julio, sólo. Bueno, sólo es un decir. Vivía  sin mujer, porque se le había muerto, pero vivía con sus tres hijos varones; el Tito, El Cholo y El andrés, que ya hacía unos años que habían pasado los veinte y pico. El gringo siempre fue ferroviario y había hecho "su carrera", como le gustaba  decir cuando hablaba de su vida, en el Ferrocarril General Roca, en la línea Plaza Constitución- Bahía Blanca, vía General Madrid y vía Coronel Pringles. "mi vida siempre ha estado rodeada por militares", murmuraba a veces,. Uno a uno había ido haciendo entrar a sus hijos al ferrocarril, y cada vez que salía el tema repetía con orgullo: "es una cuestión de familia". "Los muchachos ", como él los llamaba , le habían salido derechos , aunque como pasa en todas las familias cada uno tenía sus cositas.. El Tito, muy parecido al Gringo,fumaba como un sapo. Un cigarrillo detrás del otro, iguAl que El Gringo. El Cholo, también fumaba, aunque no tanto, pero su perdición eran las mujeres.. Tenía una facilidad especial para seducirlas, pero generalmente eran mujeres casadas. No terminaba de salir de un escándalo, que ya estaba entrando, con absoluta facilidad, en otro. El Andrés no fumaba.("nunca ni una pitada, nunca" decía con orgullo  el Gringo), y nunca había tenido problemas por culpa de ninguna mujer. A él le gustaban los hombres.
En lo que habían salido al padre, sin ninguna discusión, era en la pasión que los tres sentían por el vino y la ginebra, sin ningún tipo de discusión. "Es algo de familia", decía El Gringo, muy serio, casi con cierto orgullo.
Los cuatro habían sufrido mucho con la muerte de doña Blanca, la mujer del Gringo y de los tres muchachos, que ya hacía cinco años que "se había ido con el señor", como le gustaba decir al Gringo, a quién nadie se animó nunca a decirle que la Blanca ya se había ido antes, unos diez años antes, , pero esa vez con el señor que vivía a la vuelta de la casa del Gringo. Aquella vez volvió.
En los primeros tiempos de su viudez el Gringo no se cansaba de repetir, en los galpones de la estación o en el boliche de Ferreyra, que eso no era vida, que le costaba levantarse todas las mañanas y no escuchar a su mujer en la cocina, preparándole el mate, y que mucho más le costaba por las noches, acostarse sin ella, en la cama grande.
Hay quienes aseguran que un día empezó a hablar de matarse,pero lo concreto es que una tardecita vino al boliche y anunció que esa noche él y los muchachos se iban a suicidar. Empezó a hablar de eso a las seis de la tarde, y servían una vuelta tras otra y no había nada que hacer, él insistía. "Esta noche a las ocho los muchachos y yo nos vamos con la Blanca", decía  y a las ocho menos diez, se despidió de todos, le pagó la cuenta a Ferreyra " para viajar liviano, sin dejar atrás deudas chicas", y salió para su casa, que quedaba a la vuelta del boliche. Algunos amigos se decidieron a acompañarlo, para seguir tratando de convencerlo de que se dejara de joder, y con ellos también fue Ferreyra, el bolichero. La dejó a su mujer a cargo del mostrador y salió con ellos.
Al Gringo lo estaban esperando0 los muchachos en la puerta de la casa, los tres vestidos con el uniforme del ferrocarril. Habían sacado la mesa grande de la cocina, de madera clara, y la habían acomodado en el medio de la calle, todavía sin asfaltar, con cuatro sillas. Cada vez que en alguna de las esquinas doblaba un auto, cuando el chofer veía la mesa frenaba, daba marcha atrás y tomaba por otro lado.
Sobre la mesa se veían algunos cuchillos y tenedores, y también estaba la cuchilla grande, la de la cocina. El gringo se fue adentro a ponerse su uniforme, y volvió a salir  casi enseguida, impecable, con la gorra  como la usaba siempre, caída sobre  el ojo derecho. Traía dos  enormes sandías, una debajo de cada brazo. Las dejó sobre la mesa y se sentó en una de las sillas de la cabecera de la mesa. El Tito ocupó la otra cabecera. El toto y el Andrés se fueron adentro de la casa y salieron  casi enseguida con dos damajuanas de vino tinto, de cinco litros cada una. Llenaron los vasos, los cuatro se pusieron de pié, en silencio, y entrechocaron  los vasos en un brindis silencioso. Entonces sí: el Gringo Bertolotto tomó la cuchilla grande, la clavó con fuerza en una de las sandías y cortó cuatro tajadas  para él y los muchachos. Cada uno comió la jugosa carne roja  en silencio, y después vaciaron de un solo tirón los vasos, que volvieron a llenar, una y otra vez, mientras seguían comiendo  sandía, casi sin parar. Todos los que habían  seguido desde el boliche , Ferreyra entre ellos, los miraban en silencio, sin entender.
Después se supo que alguien le había dicho al Gringo, unos dias antes, que comer sandía y tomar vino tinto era mortal. "lo hacés y te morís Sin remedio, te morís". Al desolado viudo aquella  le pareció una forma digna  de decir adiós, para siempre. Habló con sus hijos, compraron las sandías, vino siempre tenían, y se aprestaron a morir.
Aquella primera noche, los Bertolotto no convidaron a nadie ni el vino de sus damajuanas ni sandía. " Esto es para el suicidio", le explicó el Gringo a sus amigos, a modo de disculpa, pero mandó a buscar bebidas al boliche de Ferreyra, que rápidamente le habilitó nuevamente la cuenta corriente, y todos tomaron vino, caña y ginebra hasta que salió el sol.
Aquella noche los Bertolotto no lograron su objetivo, aunque de a uno, los fueron entrando a la casa "como si estuvieran muertos", con una borrachera fenomenal. Según dijeron después quienes los habían acompañado en el último viaje, fue una noche estupenda, inolvidable.
Desde entonces, al menos una vez por mes, "los Bertolotto se suicidan". Ferreyra, siempre rápido para los negocios, consiguió un permiso provisorio de la Municipalidad, y " las noches de suicidio" pone mesas y sillas en la calle de los Bertolotto, y dos mozos para atender a la clientela, que cada vez es  mayor. Ya está pensando en contratar una orquesta, y hasta en armar una pequeña pista de baile.
Esas noches, por la 9 de Julio al 300 no pasa ningún auto. Todos los vecinos del pueblo saben que "se están suicidando los Bertolotto", y esas son cosas que en mi pueblo se han respetado siempre."

jueves, 11 de junio de 2015

EL MISMO ESPEJO

Tengo muchas casas en la memoria. Hay lugares que asocio a las risas y otros espacios en los que la despedida surge como un recuerdo. Distintos reflejos en diferentes ventanas y el mismo espejo colgado en  otra pared. Hay un patio, una parra y dos balcones. Hay flores en los cuadros y también en el jardín. Los momentos viajan desordenados por las calles de la infancia. Van corriendo carreras en el tiempo. Hay aromas que han quedado detenidos en las agujas del reloj de madera antiguo. Tres platos y una fuente me remiten al comedor que hoy es otro. Otras casas, mis casas.

miércoles, 10 de junio de 2015

VERDE EN LA MIRADA

A la mañana mis pasos caminan otro pasillo. La tecla de la luz está a la derecha y sigo buscando a la izquierda. Había un eco que resonaba en las pisadas y me acompañaba durante el día, tras cerrar la puerta de madera. Mi mano busca acostumbrada por la tarde, el picaporte redondo de bronce. Faltan las escaleras de mármol y las voces y las risas. Tengo flores sin macetas y verde en la mirada. Llevo muchos más recuerdos que antes, en la espalda. Tengo grabada la música que ya no escapa por la ventana. Cierro los ojos y todas las imágenes han quedado en la memoria.

domingo, 7 de junio de 2015

LA MITAD QUE DIVIDE.

Esa mitad de la vida, que ojalá fuera mitad. De esa mitad en la que gira la prisa con la novedad. De todo aquello que fue un sueño y el tiempo agiliza para convertirlo en un hecho. El reloj sigue moviendo sus agujas, sin detenerse en el color del pelo que ha vuelto a su tono. Nada parece haber cambiado mucho y sin embargo todo luce diferente. Acerca de la mitad que divide los días que han fugado para esperar los amaneceres que imagino de color naranja. No hay una franja de meses ni de años. Hay una deliciosa sucesión de instantes, que va transcurriendo lentamente, manteniendo la mirada activa.

SIETE PERCHAS ( más líneas)

Tengo pocos minutos para terminar el bolso, darme un baño y dejar la casa ordenada antes de salir para el aeropuerto. El taxi llegará puntual, como siempre y los papeles que dejé anoche sobre la mesa, estarán exactamente en el mismo lugar, cuando vuelva. En cierto modo, este apuro repetido, al que me he acostumbrado a vivir, tiene que ver con la partida y el regreso. Tal vez haya una estrecha relación entre los mechones de pelo que se me caen al peinarme y los recuerdos que golpean con la misma velocidad en el cepillo azul, que dejo en el baño. Escucho la bocina y calculo el tiempo, miro el reloj y pienso que deben hacer 20 años desde que mi pelo cae. Vuelve a crecer. La memoria no. Queda ahí, enredada en el pasado. Falta llenar el plato hondo con agua. Poner comida en los tres rincones en los que el gato come. Apago las luces, miro lo que queda y me voy. Al cruzar el puente miro el río y dejo de escuchar la voz que habla en la radio, a la par del hombre que maneja y dice algo sobre la crecida. Los anteojos me ayudan en este momento. Simulo leer algo, solo para volver al silencio. No se en qué lugar del bolso guardé el pasaje. Llueve mucho y ya habrá tiempo para encontrarlo. Mis ojos se ven mas grandes ahora, al mirarlo fijo por el espejo retrovisor. No quiero el vuelto. Quiero bajarme del auto y perder el avión.

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CAPÍTULO 1

En los aeropuertos, las ideas parecen aquietarse. Descansan un rato, para luego levantar vuelo y llegar a lugares que ni siquiera imagino. Falta una ahora para que el avión despegue. El tiempo necesario para poder revisar las preguntas, ensayar el tono de voz o tal vez el tiempo justo para volver a la redacción y pedirle a Laura que viaje ella.
No se bien porqué acepté esta nota que ya hice antes.Esa tarde de Agosto tenía puesta una remera gris con una infinidad de pequeños botones que cerraban los miedos que vendrían luego.Intento recordar las palabras y solo se me aparecen imágenes.
-¿Whisky o cognac?-me pregunta la azafata sonriendo

-Mucho hielo y poco whisky-le digo mirando el nudo del pañuelo azul que lleva al cuello

Nunca pude hacer bien el nudo de un pañuelo,ajustarlo lo necesario ni acomodar las puntas. La corbata que usaba en el colegio tenía el nudo fijo y dos elásticos que lo sostenían debajo del cuello de la camisa. Sigo siendo la misma que cuando iba al colegio,sigo sin saber hacer nudos, sigo demorándome en los recuerdos.
Las  turbulencias me traen al presente. Dejo de recordar. Miro la cara de la mujer que va a mi lado. Puedo ver su miedo. Levanto los pies y los dejo suspendidos en el aire. Creo quitarme así, la sensación de vacío. Vuelvo a apoyarlos y pienso que en pocos minutos estaré en el cuarto del hotel y algo mío quedará acá, suspendido en el aire. Algo tiene que haber cambiado en diez años. Antes llevaba un grabador y ahora tengo la memoria guardada en un teléfono.
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Escucho a Génesis. De fondo el teléfono suena insistentemente, mientras miro la mampara empañada del baño.Imagino la voz y el tono de quién puede estar llamando.Su apuro me persigue. Sabe que me molestan sus llamados. Conoce mis tiempos y sin embargo insiste en esta desatinada manera de recordarme que es mi jefe.También sabe que no voy a atenderlo hasta que estos tres días hayan pasado.No se conforma con pedirme que cubra la guardia de los domingos en el diario, Quiere mis francos.Quiere mis horas sin trabajo. Quiere verme preocupada. No lo logra. No le temo, a pesar de haber hecho  todo lo posible para que deje mi trabajo. Las dos entradas para el teatro, quedaron sobre su escritorio. Tenían fecha y número de butaca. Se vencieron ahí, en esa mesa de aquella oficina oscura.
El agua caliente golpea mi cuerpo a la misma velocidad que los recuerdos van cambiando mi expresión. Hay cosas que no pueden olvidarse, porque te marcan y dejan un camino al que ni siquiera las nuevas pisadas logran borrar.Todo lo que fue inicio se vuelve repetido y me transforma la memoria que arranca nueva y cargada de ilusión. La toalla blanca  parece envolver esos días que apenas tienen un pasado.Quiero secar la impotencia con la que quedaron detenidos mis planes.
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Dos colectivos para llegar a Barracas y una cuadra y media para entrar al diario, era la rutina que empezaba a las seis de la tarde y rompía en ese preciso momento en el que abría la puerta de vidrio y todo comenzaba a girar entre las diferentes secciones. Los choferes a la izquierda y los fotógrafos un poco mas adelante. La oficina de cables de agencias de noticias dejaba atrás mi mundo de medias azules y de jumper del colegio. No solo era la rutina lo que cambiaba. La gente y sus historias, eran diferentes a las que yo conocía. Ni en el bar de la facultad, me sorprendía yo tanto. Había otra realidad, otras caras, a las que me iba lentamente acostumbrando. Matías me cargaba siempre, imitaba mi modo de hablar, que para mi era el único. Era también quién se levantaba de la silla con ímpetu para decirle a mi jefe " esta nota, la hago yo". Daniel solía enviarme a las peores notas. Trabajábamos en policiales. Roberto se reía y subía la mirada sobre los anteojos, asintiendo. Eran mis amigos. Aunque Daniel insistía y dejaba mi apellido anotado para la guardia del día siguiente, en una planilla, sobre la mesa.

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La memoria del teléfono que tengo en la mano no parece tener emociones guardadas. Es diferente a la que llevo en la mano izquierda. Esa toma el bolso y roza el boleto de antes, que todavía sigue prendido ahí.  Hay costumbres que no se ha llevado el tiempo y mis viajes que cada vez son mas espaciados, siguen acumulando las fechas y los momentos anteriores. Miro el teléfono y pienso, si son solo días los que va almacenando.. No entiendo bien cuál es el lugar en el que viven los recuerdos.Todos los muebles del cuarto están en el mismo lugar. El espejo parece brillar más que antes, quizá sea otro. Nuevo y distinto al reflejo de ayer. Siete perchas vacías son las que colgaban otra ropa, y son las mismas en las que voy a poner ese saco que nunca uso y siempre va en el bolso. Es una conferencia y luego vendrá la entrevista que hice en otro tiempo, un tiempo que se repetirá sin eco del que fue-

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_ Tenes que hacer esa entrevista _ me dijo apoyando los papeles en mi escritorio

_ ¿ y cuáles serán las preguntas nuevas? Otro libro más, una reseña nueva_ le dije riendo y agregué _ Cambié de sección hace mucho tiempo -

-Carolina, no discutas más. Está todo arreglado. Hablé con él ayer y solo va a darnos la nota si la haces vos. Acá tenes los pasajes.

Cuando Daniel me llamaba así y no como todos lo hacían, como salía mi firma en las notas, estaba enojado y lidiar con ese hombre así ,era algo que ya había dejado de hacer hacía mucho tiempo.

Tomé los boletos y dejé la redacción dispuesta a cumplir con el pedido y dispuesta también  a enfrentar el recuerdo  que me perseguía desde ese día en el que con mis veinte años a cuestas, aquella nota en la librería, había hecho que mi nombre empezara a repetirse.

Si pudiera tomar una de esas gotas de agua que salpican mis recuerdos, la dejaría rozar mis dedos para que luego cayera al vacío sin quedar enredada en la memoria. Solo una guardaría entre mis manos . No tendría más que la corta duración del pequeño instante en el que yo la mire. El segundo en el que antes de caer, la pensara eterna y la volviera a querer dejar libre. Recuerdos que se esfuman en cadena. Momentos que liberan la ansiedad.
A veces siento que el pasado tomó decisiones en mi nombre y ocupó espacios que llevaban mi apellido. Se adueñó de sueños que parecían míos y los dejó correr por la vida sin llevar mis pasos.

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El chofer está con su brazo apoyado en el asiento, mirándome. Por la postura y su mirada, pienso que debe llevar un buen rato esperando que le pague. Mis ojos se han quedado detenidos en la puerta del hotel. Todo parece estar igual que aquel día, sin que el tiempo haya pasado. Me quedo inmóvil, al entrar a la recepción. Los recuerdos parecen estallar en los grandes ventanales. Las cortinas de pana, solo han cambiado el color, aunque siguen resguardando los momentos y las palabras, entre sus pliegues. Me pregunto qué pasará cuando ya no pueda recordar y  cómo será el olvido, sin huellas en la memoria.
Maldigo el momento en el que acepté este viaje y sin embargo, las preguntas que anoto en mi libreta, me devuelven la ansiedad que creía perdida. Me sacude el recuerdo de su voz diciéndome:
_ "Carolina, sos inquietante"

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Me siento muy bien esta mañana. Es inevitable comparar, desde la ropa que llevo puesta hasta el modo en el que le pido el café doble al mozo, en este desayuno que se parece tanto al que tuve diez años atrás, antes de partir hacia la librería. Seguramente las vidrieras estén renovadas, como imagino lo estará su pelo que quizá sea gris. El bastón que usaba en aquel tiempo lo volvía vulnerable, más allá de no ser ésa, una característica de Adolfo. Voy a terminar con este asunto de una vez, aunque hay algo que me preocupa y a la vez me detiene: mi reacción , ante sus ojos grises.

-Buenos días, quisiera hablar con Adolfo Mendez- y agregué- él me espera, para una entrevista

La mujer, de unos treinta años, se acomodó el pelo hacia un costado y bajó de la banqueta en la que estaba, sorprendiéndome tanto su agilidad, como su desgano.

Me puse a ver los libros que estaban en una de las estanterías cercanas a la vidriera en la que había una gigantografía con la foto de Adolfo. Se veía igual, como si el tiempo no hubiera dejado huellas en su cara. Me acerqué para leer una de las críticas que estaban en negrita, cuando alguien tocó mi hombro sobresaltándome.

-¿Seguís siendo tan curiosa como antes?

-Giré mi cabeza y le sonreí. Seguía sorprendiéndome del mismo modo en el que lo hacía antes de que nuestras vidas cambiaran.

Me tomó del brazo y con la calidez intacta que yo recordaba, con el exacto recuerdo de su mirada en mis ojos, dijo:
-Caro, imagino que has leido mi nuevo libro y al hacerlo has querido saber porqué lo escribí ¿ Es eso o sigues obedeciendo a las órdenes de ese maldito jefe de redacción?
- No has cambiado nada, es increíble, han pasado más de diez años desde que te vi por ultima vez y tu pregunta primera sigue siendo acerca de tus libros. Adolfo- dije mientras sacaba la libreta de mi bolso- esta vez, que sí será la última, no serás vos quién maneje la entrevista
Me interrumpió repitiendo -¿ entrevista? ¿escuché bien?
-Sí. Escuchaste bien. Todo aquello que imagines acerca de los motivos por los cuáles yo estoy acá, no tienen que ver con la realidad.
-¿ realidad? nunca estuviste preocupada por ello-dijo, mirando hacia un costado- ¿Cambiaste sin avisarme?
- Sí, cambié, aunque siguen sin gustarme los aviones y tus preguntas cerradas.
-Caro...me alegra mucho volver a verte, dejá esa libreta y tu entrevista para otro momento. Soy yo quién quiere preguntarte porqué nunca más , después de la última vez que nos vimos, respondiste a mis llamados ni contestaste mis cartas.
Lo miré sorprendida,dudé por un instante en seguir la conversación, quise levantarme y dejarlo sin respuesta, pero su empleada entró sin pedir permiso,interrumpiendo mi silencio. Le rodeó el cuello con sus brazos y le dijo:
-¿ Vas a tardar mucho? acordate que a las ocho  hice la reserva  en " El patio"
-Voy a desocuparme antes, querida, no te preocupes-le contestó Adolfo. besandole su mano izquierda-
Le acerqué su bastón y le dije:
-La conferencia es el viernes a las seis, si te parece podemos hacer la entrevista una hora antes.
-Me parece poco tiempo, para hablar de mi nuevo libro y de todo lo que estuve haciendo en este tiempo-interrumpió Adolfo.
-Tengo un almuerzo en el bar de la esquina del hotel y no pienso moverme de ahí hasta que empiecen todas las presentaciones. Cuando quieras, te esperaré ahí.
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Al dejar la librería fue inevitable recordar la sensación de triunfo, que me recorría la piel y los sentidos. No se si "la dama de las reservas", seguía en la banqueta o  si escuché un adiós al irme. Al tomar el picaporte de la pesada puerta de vidrio, el tiempo transcurrido se esfumó, para traerme nuevamente a esa tarde de diciembre en la que el director de la revista, me llamó a su oficina y dijo:
- Carolina, necesito pedirte algo, que sé vas a conseguir.
Yo llevaba dos meses trabajando en la revista que más vendía en el país y me sentía feliz al haber entrado por un concurso. Era la más chica de todos los periodistas que estaban en la redacción y eso a muchos de ellos, les pesaba.
-Quiero que vayas a ver a  Adolfo Mendez, él tiene una librería en la calle Uruguay y está negado a concedernos la entrevista que quiero- agregó, tomando su pipa para agregarle mas tabaco-aunque hay algo que seguramente no va a gustarte...
Mi fascinación iba aumentando a medida que él hablaba. Siempre había soñado con conocer a ese gran escritor. Sabía de memoria algunas de sus frases, lo admiraba.
-Esto es para mi, algo que siempre quise hacer, encantada iré a verlo y dije riendo- creo tener listas las preguntas y ensayado el tono de voz al realizarlas
-Ese es el problema Carolina, no serás vos quién haga la entrevista. Me cuesta decirte esto, ya que si bién sé que tenes mucha experiencia periodística, en esta revista trabaja hace muchos años René Gilbert y es ella quién se dedica a estas cosas.
-¿ Entonces?-  pregunté
- Conozco a Adolfo desde hace muchos años y se que su debilidad son las mujeres. También sé que no tendrá inconveniente en decirte que si, cuando vayas a verlo. Es más, te pediría que al presentarte en la librería, no menciones la revista.
- ¿Usted me está diciendo que yo seré una suerte de anzuelo, para que él acepte?
-Por favor, toma esto como parte del trabajo, hasta quizá llegue a ser una oportunidad para vos- dijo ya sin mirarme
-Mire, director, voy a ir a ver a Adolfo, también intentaré que acepte la entrevista...pero no le aseguro que no sea yo quién la realice. Sin darle ningún tipo de explicación, dejé su oficina cerrando la puerta mas fuerte que otras veces.

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Al sentarme en mi escritorio, las ideas galopaban por mi cabeza, tal como si fueran caballos furiosos. Por primera vez en mi vida sentía la furia estallar por mis venas. Me preguntaba porqué me habían elegido para "conseguir" esa entrevista, desestimando por completo que fuera capaz de mucho más que eso. Estuve a punto de volver a hablar con el director y de presentarle mi renuncia. También me habían quedado las ganas encerradas en mis manos, de golpear mucho mas fuerte esa puerta, al irme. Vencí ese deseo y continué la tarde,como si nada hubiera pasado. Ya en el ascensor, unas horas después me crucé con la directora de la revista de modas de la editorial, que al bajar en el segundo piso, extendió su mano y me dejó su tarjeta diciéndome:
- Soy Ana Donato, veni a verme-  agregó cerrando la puerta enrejada - me gustaría que hagas una sesión de fotos, te espero.


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Tenía 20 años esa tarde. La entrevista salió firmada a la semana de la tarde de mis 20 y luego dejé de trabajar allí.  Recién, acabo de salir de la misma librería de aquella vez y siento exactamente lo mismo que ese día, solo han pasado 26 años.
Es  furia y a la vez triunfo. Las mismas sensaciones hacen eco en el tiempo, en años que  vuelven  a repetir las emociones vividas.
Dos temas eran los que se llevaban todas mis horas, por esos días. Comenzaba a plantearme si la belleza ´física podía anular  todo eso que se iba construyendo en el interior. Me negaba a creer en que una invalidara a la otra. Me preguntaba si podía ser posible que aquello que no elegíamos tener ni nos esforzábamos en lograr, podía opacar ese resto que sí dependía enteramente de cada uno. Quizá tenía una relación directa con la identidad, que era una palabra a la que comenzaba a perderle el miedo y lentamente empezaba a formar parte mía. La identidad cobraba importancia en mi vida, por un asunto de fechas, por un tema de signos y de lugares. Mucho tiempo después fue cuando recién pude comprender y darle la importancia que eso implicaba.  Hasta que eso sucedió, viví con dos signos, con dos fechas de cumpleaños ,creyendo que no podía hacer nada para poder encontrar la verdad. Se iba consolidando en mi la convicción de saber a medias y en cierto modo; de vivir a medias.

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No me costó encontrar la dirección de la librería. La llevaba anotada en la libreta que tenía en el bolso y también en la memoria. Muchas tardes había estado parada frente a esa vidriera durante varios minutos, soñando con entrar y conocer a ese escritor que solo veía en la contratapa de sus libros.
Apenas crucé la puerta, el olor de los libros quedó impregnado en mi ropa y en mi piel. Una señora se acercó y me dijo sonriendo
-Me llama la atención que cada vez haya mas mujeres interesadas en comprar libros. ¿Querés algún título o te dejo mirar tranquila para que elijas?
-Me encantan las librerías y sobretodo cuando quién las atiende es un escritor al que admiro-le contesté sonriendo y agregué- Quisiera ver al Señor Adolfo, ¿está él?
-Si, querida, ya  lo llamo-y antes de cruzar el pasillo giró su cabeza y preguntó:
-¿ Tu nombre?
- Carolina Astrada-le contesté e inmediatamente tomé un libro de la mesa y empecé a leer.

Adolfo apareció en el salón, golpeando su bastón en el piso. Llevaba un traje oscuro que combinaba a la perfección con una camisa blanca y una corbata a rayas muy finas.
Me pareció un hombre grande con una mirada cansada. Esa fue la primer impresión que tuve al verlo. A medida que la tarde fue pasando, sus ojos se volvieron vivaces y nuevos. Su edad se transformó en una incógnita imposible de resolver.
-Carolina-dijo pronunciando cada letra con énfasis- Me decís que has leido mis libros y eso me gusta, tu visita me intriga-
-Voy a decirle el motivo de mi visita, no pretendo intrigarlo-sonreí nerviosa- aunque no creo que me siga tratando así, luego de decirle
-¿Así, cómo? dijo mirándome fijo
-Adolfo, en realidad mi visita se debe a que tengo un jefe, al que usted conoce, que quiere que nos de una entrevista. Trabajo en GRANDES y mi misión es conseguir que usted nos de una entrevista
Adolfo apoyó su espalda en la silla y riéndose me dijo
-Claro que sí, pequeña, creo que vas a hacer un buen reportaje esta tarde, pero nada de fotos-agregó- dile a ese malandra de director que tienes, que esta vez ganó la partida.
-Adolfo- dije decidida a contarle la verdad, para arrepentirme en ese instante- ¿Le parece bien que empecemos ahora?
Duró un instante mi certeza y mis dudas se volvieron preguntas, muchas preguntas que fluían a la par de sus respuestas. Se mezclaban y alumbraban otras, que nacían nuevas.



Adolfo no solo respondía a mis preguntas sino que , mediante ellas, provocaba otras más que jamás me habría animado a realizar.
La entrevista se extendió mucho más de lo previsible. Al ver que en mi libreta solo quedaban dos hojas en blanco, le pregunté
-¿Usted come, también?
-Tienes una habilidad especial para hacerme olvidar de esa necesidad tan básica-riéndose agregó- Si te parece, podemos acercarnos al bar que está en la otra cuadra y comer algo allí.
Ni bién terminó de pronunciar estas palabras, tomó su bastón y extendió su mano, invitándome a dejar la sala. La librería tenía ya sus luces apagadas y la amable señora que me había recibido,no estaba ahí. Cerró con varias llaves la puerta de vidrio y me tomó del brazo, al cruzar la calle. En la esquina se paró abruptamente, me miró y dijo
-Ya sé a quién me recuerdas. Aunque debe tener varios años más que vos.
_ ¿ A quién?-le pregunté asombrada
-¿Te gusta el cine?, seguramente has visto "Desayuno en Tiffany·s", tienes algo que me recuerda a la adorable Audrey
-No la he visto, pero voy a conseguirla-le dije-
- Es una flaquita encantadora-agregó tomándome nuevamente del brazo.

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No era la entrevista ni la admiración que él me provocaba. Era algo más que comenzaba a crecer dentro mío. Una fuerza que iba a trasmano de mi carácter.
Por aquellos días comencé a tomar decisiones importantes que tendrían efectos radicales en la vida que se asomaba tan nueva. Dejé la revista al poco tiempo de conocer a Adolfo. No volví a trabajar como periodista por varios años: los mismos que transcurrieron, sin verlo a él.



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Mientras tomaba el café en la mesa del bar, en la que pronto estaría Adolfo, pensé en los giros que había dado mi vida y en la infinidad de cambios que aquella tarde primera con él en la librería, me había provocado. La admiración que yo sentía por Adolfo, antes de conocerlo personalmente, se había transformado en una especie de idolatría, a la que me llevó años poder dejar. Revuelvo el café y mis pensamientos giran a la misma velocidad de la cuchara. Van en sentido contrario a las agujas del reloj. Del mismo modo en el que él entró en mi vida. Es un movimiento en cïrculos desordenados; que mantiene mi mirada quieta y perdida.
Los años que habían pasado no solo se notaban en mis manos. También el tiempo había dejado huellas en la mirada y mucho más aún, en el modo de mirar. Había mirado el éxito o lo que se asemejaba tanto a ello. Había mirado el pasado con esa vista que suele cambiar la forma de recordar. El tiempo había pasado y ante la espera, la ansiedad había perdido la fuerza y el dominio que antes me doblegaba.

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Lo vi entrar, desde la mesa en la que finalmente había elegido, para esperarlo. Sabía que iban a molestarle las cuatro sillas y los platos que indicaban que no había estado sola. Imaginaba que más aún iba a enojarlo saber que no estaba allí esperando solo su llegada.
- ¿ Qué es esto? - dijo Adolfo, mientras apoyaba su bastón en una silla, para levantar su mano y llamar al mozo
-¿ Qué?- le contesté riéndome
- Vamos más cerca de la ventana-me dijo- ya no elijo estos lugares escondidos
-Adolfo-le dije mientras acomodaba mis papeles- no es un lugar escondido, solo es un buen lugar para trabajar
- ¿Con quién? ¿ Quiénes estuvieron acá?-me preguntó
Sin contestarle, lo acompañé a una mesa que estaba cerca del ventanal. No puedo recordarlo ahora, pero creo que era la misma en la que habíamos estado sentados el día en el que le entregué mi primer libro, para que lo corrigiera. Recuerdo que era verano y también la ropa que había elegido para aquel momento. Mi confianza en él era absoluta por aquellos días. Al mirarlo ahora, siento que el tiempo se ha llevado muchas cosas. Mi confianza y admiración parecen estar intactas, solo que ya no lo miro como antes. Ya no pediría la jarra con menta.


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Me costó poder explicarle a Adolfo el gran vuelco que había dado mi vida. No pude hacerlo con palabras. No busqué frases que lo dejaran pensando. Sucedió a medida que el café doble se iba terminando. En cada trago que iba vaciando la taza, comencé a ver en sus ojos, algo parecido al entendimiento. Se quedaba callado, me miraba, a punto de decir algo volvía a mirar la taza, a callarse, a pensar. Yo lo miraba también y me sorprendía de no estar hablando, haciéndolo reir. Me asombraba no estar buscando permanentemente su apoyo. No era el tiempo lo que había cambiado mi forma de manejarme con él. Ni siquiera las cosas que me habían pasado en esa larga ausencia que quedaba en la borra del café.

- Ya tengo todo listo para la presentación. Decidí no hacerte un nuevo reportaje, al menos no frente a todos- cerré el cuaderno y le pregunté- ¿ Te parece bien que grabemos esta entrevista y que la pasemos durante la conferencia?

Adolfo miró por la ventana. Su perfil me transportaba a esas tardes en las que no podía mirarlo de frente. No esperé su respuesta y saqué la grabadora del bolso. Al presionar la tecla para comenzar la grabación, tomó mi mano con fuerza y dijo
-Permitime empezar a hablar, antes de las preguntas. Voy a ser breve, quiero presentarte
Lo miré intentando contrariarlo. La energía corría entre nuestras manos juntas, hasta que la grabación terminó.

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jueves, 4 de junio de 2015

OTRO VERANO

Miro las flores que se vuelven infinitas, ante cada parpadeo. Miro las hojas que siguen cuidando el espacio que han marcado cerca del árbol. No se ha ido su brillo ni se ha desteñido el color. Ya no caen sobre el pasto, indicando una huida. Quieren quedarse allí donde viven. Vuelvo a mirar el motivo y a intuir la decisión. Se ha escapado la estación y ni siquiera el otoño ha podido con ellas. Viven e insisten en adueñarse del lugar. Quieren tener otro verano y seguir siendo las dueñas de todas las tardes. Miro las flores y sonrío.

miércoles, 3 de junio de 2015

Fragmento de " DAÑO"- *NI UNA MENOS

"Los diálogos a los que muchas veces no les prestamos atención, las palabras que no decimos y quedan envueltas solo en recuerdos, vienen a aparecer después como grandes incógnitas que nos dejan sin certezas.
Se asoman en medio de una nebulosa inexplicable que ya no nos permite mas que callar y pensar.
El tiempo nos va quitando vidas, manos que ya no podemos tomar, conversaciones que solo pasaron y la absoluta realidad de aquello que nos queda. Y entonces nos domina el miedo, conduciéndonos por un camino sinuoso en el que cada movimiento es precedido por la posible pérdida, incluso la de aquel instante que está transcurriendo."
                              ( Fragmento de DAÑO, un libro inédito, que proximamente publicaré)





Una mujer tiene el derecho a decir que no. Puede reclamar y quejarse. Una mujer puede ser diferente a lo que está preestablecido. Una mujer se enoja y enfrenta. Una mujer no acepta ser dominada para sentirse aceptada. Una mujer tiene sueños para cumplir. Tiene el poder de elegir y de rechazar.
Todos los seres humanos tenemos la capacidad de decidir sobre nuestras propias vidas. Elegimos caminos, la forma en la que los recorremos y el modo único en el que cada uno los transita. 
La violencia ejercida sobre otra persona, tiene diferentes caras. Hay violencia en las palabras, en la falta de respeto, en el abuso de poder, en el maltrato físico y en infinidad de circunstancias que terminan con la vida del otro.
Ni una mujer menos, en el mundo.

martes, 2 de junio de 2015

ALGO FALTA

Algo falta en esta tarde. No se bien si ha quedado detenido en el tiempo que pasó o nunca ha existido en los días vividos. Falta la necesidad que sigue latiendo. Falta en el abismo y falta en las yemas de los dedos. Percibo sin tocar la realidad. Alcanzo sin medir la falta, todavía. Han transcurrido días y en ellos años que siento fugados. Quizá la ausencia indique que sí ha estado viva la calma que añoro. Tal vez los recuerdos puedan hablarme al oido acerca del olvido. No hay memoria que pueda ocultar el espacio en el que vivieron los sueños. Existe todavía la pregunta y sigue faltando la respuesta. Puedo ver con nitidez en el almanaque, el día que está tachado y aún no llega.

lunes, 1 de junio de 2015

OTRAS HUELLAS

Alcanzar un objetivo no siempre es fácil. Queremos llegar y en el camino se nos presentan los tan temidos obstáculos. Muchas veces pueden sortearse y otras tantas nos impiden avanzar. Surgen los miedos, en estas circunstancias. Avanzan a paso rápido, llenando de piedras el recorrido. Seguimos porque sabemos que la dificultad no es siempre un freno. Solo nos paraliza, pero no nos bloquea. El objetivo sigue allá y es alcanzable, como todo lo que se sueña imposible. Eso que imaginamos con un rumbo determinado, nos va cambiando los pasos y las huellas son otras. Caminamos nuevas rutas, diferentes a las de los sueños. Son otras, son las propias; esas que no ha sido pisadas aún.