miércoles, 30 de noviembre de 2016

MIL RISAS EN LA CARA (SERIE DE 10)

Amanecer y al rato tener mil risas en la cara, tiene estrecha relación con el tiempo transcurrido. Me refiero a los años que se llevan la visión nítida y al episodio confuso que puede llegar a generarse en una mañana agitada, de un último jueves del noviembre que ya termina.
La agilidad aún conserva sus dotes y en ese ir y venir desde el living al dormitorio, elijo un par de zapatillas violetas para arrancar la mañana. Ya esa decisión es extraña e inusual. No hay una maratón por emprender ni mucho menos un día de gimnasio. Tengo media hora exacta por reloj para salir de casa y ése es el tiempo en el que la selección de la ropa que me acompañe en mi día de trabajo, será la incorrecta. Hace calor y la razón me indica que debo buscar el talco. Las medias están guardadas con la ropa de invierno y las zandalias que descarto, tienen mucho taco para subir y bajar las escaleras que pisaré en un rato desde la fotocopiadora hacia el escritorio. No reconozco la marca del frasco en el que duerme el talco, pero bien puedo atribuir la  confusión a esos malditos días de descuentos en lo que uno compra productos desconocidos a un precio accesible. Lo tomo con mi mano derecha mientras la izquierda afloja los cordones de esas zapatillas que compré una vez que ya pasó y que supuse que iba a hacer gimnasia. Al mover las zapatillas para distribuir el talco equitativamente, veo que la plantilla sigue siendo gris y me pregunto si el talco habrá cambiado de color. No me conformo con la duda e insisto con el envase, presionándolo con fuerza. Al realizar el movimiento con ambas manos, para volver a intentar que el mismo se disperse en toda la zapatilla, noto que está quieto e inmóvil. Toco para saber, pruebo para corroborar y mi mano queda llena de una crema blanca que en nada se parece al talco. Miro el frasco y con las letras un poco entremezcladas, noto que he empezado una mañana sin anteojos. El talco no era talco y mis zapatillas están llenas de una crema para el cuerpo que tiene aroma a almendras. Hay risas y poco tiempo.
Son las 11 de la mañana y mis pies están pegados a las zapatillas violetas, con un delicioso aroma a frutos secos.

jueves, 3 de noviembre de 2016

...Y TODO ESTABA CRUZADO (FRAGMENTO DE LA NOVELA " PAPÁ" )

" No había entrado antes a una sala de terapia intensiva. Era un mundo extraño, sin música y con poca luz.  Papá estaba sentado en la cama, despierto y con sus anteojos puestos. Apenas me vió me saludó con la mano haciéndome una seña para que me sentara a su lado. La cama era muy alta asi que solo quedé parada, asombrada del lugar y más aún de la primera pregunta que me hizo
-¿ Fuiste al taller?
-Sí, papá, ayer fue la clase (no recuerdo el tono en el que se lo dije, pero sí recuerdo que no había ido)
-No dejes de ir, petisa
Papá se sacó los anteojos y empezó a contarme un extraño episodio que había ocurrido la noche anterior, la primera noche que papá había pasado en el sanatorio. Hacía gestos con las manos y me señalaba la cama que estaba enfrentada a la suya, se reía al recordar.
-Fue muy divertido ver como el viejo de enfrente le hablaba a la enfermera.
Por un momento pensé que papá estaba contándome una parte de su novela, de la que estaba escribiendo y enseguida dudé acerca de todo eso que me decía, como algo que realmente había pasado. Le dije que iba a salir un ratito afuera para que pudiera entrar Malena. Le di un beso y crucé la puerta que iba a abrir durante muchos días, desde ese momento que recién empezaba, sin saberlo.
Malena me esperaba ansiosa en el pasillo y mi cara le contestaba sin palabras que algo no estaba bien.
-Entrá vos Male, y después me decís cómo lo ves.
Me quedé con la mirada fija en la puerta, tratando de entender qué era lo que le pasaba a Papá. Cómo tenía tanta lucidez para recordar que el martes era el día en el que tenía taller, cómo se veía tan bien y a la vez algo me indicaba que parecía estar metido en uno de sus cuentos.
Male salió a los pocos minutos de haber entrado. Se veía asustada.
-¡Qué le pasa al viejo? está muy raro, me habla de cosas que le pasaron anoche, no se... de un viejo y una enfermera..no entiendo nada.
La abracé a Malena y pensé en la última vez que había estado con Papá en su casa. Estábamos sentados en el sillón de su living y él me contaba con mucho entusiasmo una parte de la novela que estaba escribiendo. Cerré los ojos y volví a recordar cada una de las cosas que me había contado hacía solo unos minutos, en terapia; en la terapia intensiva  de ese sanatorio"