sábado, 20 de junio de 2015

SELLADA EN LA MEMORIA

Eran seis cuadras las que caminábamos al salir del colegio. Entre su casa y la mía, una plaza. Nos deteníamos en el kiosco y nos reíamos de todo. Las tardes seguían luego, en el barcito que estaba de moda, para terminar más tarde conversando por teléfono. Miro hacia atrás y recuerdo el tiempo en el que todos los días eran compartidos. Mientras esto sucedía, íbamos creciendo y tomando caminos diferentes. La vida nos soltaba  las manos para entender ahora, que mucho más allá de la aparente distancia y aún en la absoluta lejanía, toda la unión ya estaba sellada en la memoria. La amistad tiene esas cosas. No necesita la aprobación en el desacuerdo. No requiere el entendimiento, ante una actitud inesperada. Solo continúa guiándose por los recovecos de las risas detenidas. Sigue nutriéndose de las voces que sonaron tanto y que hoy mantienen vivo el eco del ayer.

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