sábado, 18 de junio de 2016

CLARAS, AGUA Y AZÚCAR

Todos los ingredientes están sobre la mesada. No hay balanza y la memoria, mi memoria, se ha perdido en algún cuaderno que ya no encuentro. Pueda ser que el sentido común me acompañe hoy. Son las diez de la mañana y la torta que tantas veces hice antes, solo está en la imaginación. Vive ahí detenida en el resultado, sin permitirme recordar los pasos a seguir. Si eran cuatro o eran seis, es algo que ya veré en los siguientes minutos. Sigo teniendo la intuición entre mis manos, aunque la fuerza de mi brazo derecho es distinta, ahora. Claras, agua y azúcar. El tiempo puede haberse llevado muchas cosas en mi vida pero el batido se lograba con tenacidad antes y eso no debe haber cambiado. No se levanta el merengue. Pruebo con dos tenedores y noto que me voy lentamente obsesionando en cada movimiento que doy. Me siento y cambio el recipiente. Creo tener mas voluntad ahora. Todo sigue igual. No quiero calcular las horas que he pasado en la cocina y el reloj me indica que ya es momento de encarar un cambio. Si no recuerdo, deberé innovar y ante lo desconocido; siempre existen las sorpresas. Otra cacerola quemada y un nuevo intento. Quedan siempre la ilusión y el deseo latiendo entre lo que miro y puede ser y aquello que es y posiblemente será.

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