martes, 4 de noviembre de 2014

FALTA POCO

Los cinco estábamos alrededor de su cama. Cada uno tenía algo para decir. Todos, algo para recordar. Parecía que el tiempo no corría aquella tarde. Estaba detenido en la sábana blanca que lo tapaba y en su mirada que iba recorriendo cada una de nuestras caras. Si me reía, Fede me seguía y comentaba algo para que Malena pudiera reír también. Victoriano estaba muy cerca de su cara y le iba contando algunas cosas que Mora repetía con una sonrisa, mientras le hacía masajes en sus pies. Una tarde de las cuarenta y cinco que transformaron nuestras vidas. Recuerdo cada instante de esa en especial y sonrío. Faltaban pocos días para que llegara su cumpleaños. No teníamos la certeza de un festejo ni mucho menos la de un adiós. El silencio se interrumpió cuando Fede dijo –“¡Viejo, falta poco para tu cumpleaños!”-. Papá nos miró y contestó –“¡Chicos!...”- (con ese tono tan particular).Tenía razón. Papá sabía.
De aquella tarde me quedan varios festejos que aprendí a celebrar: especialmente el instante de lo que va ocurriendo, sin nada más que falte. Festejar la mirada que te habla bajito y al oído. Festejar eso que nos ocurre sin pensar. Festejar, siempre, y lo repetiré hasta el fin: festejar. Hoy festejo esa tarde en la que cruzábamos las miradas, en las que el silencio decía mucho más que las palabras. Festejo el recuerdo de los gestos. No hay torta ni hay velas, hay memoria. No voy a tomar el teléfono para escuchar su voz. Voy a recordar con alegría la inmensa dicha que nos permitió estar alrededor de su cama. Voy a volver a imaginar que falta poco para tu cumpleaños, papá…

No hay comentarios:

Publicar un comentario