martes, 11 de noviembre de 2014

LA ESPERA

Dionisiano se despertó muy temprano. Andaba inquieto recorriendo los rincones. Sus ojos iban dando brincos aturdidos, de caja en caja. Elena no estaba ¿Quién podría haberle movido sus hilos?
Cuando llegué al teatro las luces del escenario estaban prendidas. La música latía en el piso crujiente de madera. Me acerqué a su cara, parecía triste. Le acomodé despacio sus manos. Elegí el sombrero de paja, pensando que eso podía alegrarlo.Su sonrisa no aparecía y Elena no llegaba. Comencé a hablarle, luego le canté. Dionisiano seguía quieto e inmutable.Al cabo de un rato corrí las pesadas cortinas de pana para cerrar la tarde y también la espera.Me di vuelta para apagar las luces y en el reflejo tenue del tablero, la vi. Elena parecía dormida. La tomé con cuidado y subí los tres escalones con prisa. En el altillo ya se escuchaban las risas.Los hilos se movían solos y Elena ya había despertado.

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