miércoles, 26 de noviembre de 2014

AL TEATRO CON DIONISIANO

El dá que llevé a Dionisiano al teatro, me sentía nerviosa y le hablaba casi sin hacer una pausa. Él solo reía y me miraba de reojo. Subimos al escenario y su cara se iluminó. Encendí una tras otra, cada una de las luces del tablero. Dionisiano eligió la blanca y quedó apoyado en la pared, con su cabeza baja. Me precipité a su lado y nos quedamos así, en silencio, esperando que cayera la tarde. Él se llevaba mi aire, en cada movimiento que yo hacía para acomodarle sus hilos. Se iba apoderando lentamente de mis fuerzas. Parecía saber todo lo que yo necesitaba. Era exacto y nuevo, cada uno de sus latidos. Eran precisos y férreos, también sus movimientos.Tras el hilo que yo movía, él sutilmente iba dejando quieto otro espacio que nacía en ese instante.´Dionisiano me volvía pequeña en una mirada y me despertaba la risa con su gesto distraido. La puerta pesada de madera se abría a las cinco y comenzaba la función.

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