sábado, 6 de diciembre de 2014

"TERESA ESTÁ SIEMPRE EN CASA"

CUENTOS URBANOS
"Teresa está siempre en casa"
Lo miré y pensé ¿Todo el día? ¿Eso incluirá las mañanas, las tardes y las noches?
Él se veía prolijo. Sus zapatos brillaban y eran modernos, con punta. El pantalón azul angosto le llegaba exactamente a rozar esos zapatos. Lo vi de costado y el saco tenía la clásica e imponente caida que solo da la tintorería. No llegué a verle la camisa, solo el cuello celeste que asomaba nuevo( o con pocos lavados). Inmediatamente al sentarme en el último asiento del colectivo, lo miré y pensé en Teresa. Quizá ella tenía su vestido nuevo para la noche, colgado en el vestidor. No la imaginé despeinada, sino por el contrario, con el pelo cuidado y con mucho brillo. Me parecía verla sentada en la mesa de la entrada, seleccionando las cartas y eligiendo un anillo y también un par de aros para otra de las tantas salidas que hacían juntos. Porque él habló de casa y los pensé viviendo en ella. Saliendo solo cuando él volvía y la buscaba y la quería divina.Porque él dijo "Teresa está siempre en casa" y eso me lo decía todo. Cuando el colectivo frenó, mi imaginación dio un vuelco y pensé que tal vez Teresa no había soñado con pasar todos los días en su casa, todas las mañanas y todas las tardes y también las noches. Ella debía haber tenido sueños y proyectos. La vi triste y opacada, sin ganas de arreglarse, sin entusiasmo por la llegada de este canoso de ojos claros que parecía dueño de mucho mas que el maletín y el teléfono que llevaba. Era el dueño de Teresa y aún más que eso, era el dueño del tiempo de Teresa. El móvil volvió a sonar y lo escuché decir que estaba llegando ¿Qué pensaría Teresa si lo escuchara? ¿Qué contestaría ella, si lo oyera decir "Teresa está siempre en casa"?. Miré por la ventanilla para volver a imaginarla y la vi llena de vida, en su casa.Por un momento pensé que tal vez Teresa, era la dueña de una inteligencia excepcional y de una imaginación abrumadora. La vi con todas sus horas dedicadas al pensamiento exhaustivo, que ella iba acrecentando día tras día. Sonreí, casi sin darme cuenta.Teresa era feliz y dueña de cada uno de los minutos del día, de su día que tan bien cuidaba. Volví a mirarlo cuando tocó el timbre para bajar del colectivo. SE acomodó su pelo y tomó nuevamente el teléfono. Miré como cruzaba la calle.El colectivo aceleró y lo perdí de vista en pocos segundos, los suficientes para imaginar que quizá , Teresa no existía.

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