sábado, 9 de julio de 2016

ESPEJO

Hace mucho tiempo, cuando era una niña pequeña y con rulos, mi abuela me  regaló un espejo. Lo puse dentro de una cartera rosa, en la que guardaba pocas cosas pero todas importantes para mi. No era un espejo de verdad. No podía romperse ni partirse en mil pedazos. Abuela me contaba que los espejos siempre reflejan la verdad. Me decía que aunque pasaran muchos años, el espejo; mi espejo, iba a guiar mis pasos. Me miraba cada tanto en él. A veces lo usaba para ver si la trenza estaba bien hecha y otras tantas solo para sentirme grande. Con el tiempo empecé a ver mucho mas de lo que se reflejaba. Cada vez que lo ponía en la cartera, una sonrisa aparecía en mi cara. Yo sentía que no solo quedaban los reflejos guardados. Iban ahí los sueños, las ilusiones y también los primeros miedos. Todas las emociones que yo iba viviendo, empezaban a dejar huellas en mi espejo. Cada risa y cada lágrima lo hacían un poquito mas grande. Me asombraba mirar la capacidad de guardar el tiempo, que tenía mi espejo. No podía creer que algo tan chico y que ocupaba tan poco espacio en la cartera; pudiera tener todos los recuerdos almacenados. Parecían ir formando una línea que solo yo podía ver, sin sombras ni maquillajes. El espejo que yo creía de juguete, sostiene todavía el pasado, refleja el presente y tiene aún espacio para seguir reflejando la inocencia que no quiero perder.

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