sábado, 14 de febrero de 2015

UNA NOCHE Y UNA MAÑANA

Volví a tener en linea a mis sentidos. Parecían haberse detenido. Respiraba, sí, aunque a un ritmo tan lento que el aire parecía no terminar de salir de mi pecho. Cuando volvía a inhalar, mis fuerzas se extinguían tan a prisa, que este ejercicio que hago a cada instante en forma automática casi sin querer, comenzaba a ser la tarea más difícil por hacer. Los pensamientos en desorden, las razones enfrentándome como sabuesos hambrientos y rabiosos, no me daban tregua. El corazón, ese músculo tan compañero de mis acciones, miraba de reojo, distraido y perverso, hacia otro lado. Estaba sola y perdida. Recordaba a cada minuto la ira, el despecho y esas palabras tan precisas. Sola. Ni el sueño logró aquietar la angustia. Desperté recordando y otra vez el trabajo de respirar en el que ni siquiera podía ya concentrarme. El mismo llanto de pérdida volvía a mis ojos otra vez y dolía como la primera, la anterior y reciente.No se bien qué hilo volvió a ajustar el mecanismo, ni qué manos se volvieron para volver a estar en línea y respirar sin pensar. Fue una noche y una mañana. Solo ese tiempo detuvo los sueños y crecí de golpe muchos años en horas, solo al mirar las uñas de mis dedos, llenas de tu piel y en la pausa de mis latidos, entender que era el amor.

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