Esa tarde de octubre no imaginaba que en muchas otras tardes que vendrían luego iba a estar recordando y reviviendo aquella, la última. Porque aún intuyendo que era el final, que no habría otro momento que repitiera esas emociones, aún en esa instancia definitiva, la memoria iniciaba. Lo hacía a través de imágenes, con voces que sonaban como ecos de otros tiempos y en infinidad de miradas marcadas.
Veinticuatro meses y algunas horas desde esa última tarde , el tiempo que sigue y el reloj empecinado en girar con sus agujas las horas nuevas.
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