En el rincón mas alejado , allá donde las luces bajan, tu cara se
refleja en el piano. Vas moviendo los dedos, mientras la cabeza sigue el ritmo
de la lluvia de teclas que bailan con tus manos. Lentamente el sonido me
invade. Desde mi butaca mis sentidos se llenan de emoción. No es música lo que
siento, es dulzura. Es ténue y se va acrecentando con cada nota que llega a mis
oidos. Una luz fuerte se detiene en tus manos y todo el resto del escenario
oscurece. Va bajando una cortina de pana pesada y oscura, mientras mis manos
temblorosas presienten el fin. Tomo mi saco. El telón bajó y la tarde se ha
ido. Ya lo noto en la vereda, al cruzar la calle. Dionisiano, te quedas con los
aplausos y yo me llevo entre los actos, tu risa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario