jueves, 9 de octubre de 2014

LA CALLE RIOJA

Corría el agua por aquella calle y tal como mis ojos acompañaban con la mirada sus ondulaciones, la corriente arrastraba momentos que ya no regresarían.
Era incesante el ruido que provocaba la lluvia en cada recuerdo que se iba lento.
Tras mis espaldas aquella custodia del alma que aún hoy, con su ausencia, sigo percibiendo.

Dos escalones, una gran puerta de madera y dos balcones, eran la antesala a la felicidad.
Hacia la izquierda el gran cuadro del ángel de la guarda cobijaba mi sueño. Hacia la derecha, el reloj que no dejaba de marcar horas alegres, repetía con aquel sonido que no olvido, los minutos ilusionados.

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