martes, 14 de octubre de 2014

EN ESCENA

Dionisiano tiene anteojos negros, oscuros. Es raro verlo en escena así. Hay algo en su mirada hoy, que no quiere mostrar. Me acerco para acomodarle un hilo y espío. Creo ver una lágrima y vuelvo rápido a sostener su mano que cae con prisa sobre la mía. La suya está dormida, aunque Dionisiano está siempre despierto. El telón se levanta en el mismo instante en el que sus brazos toman vida. Cuando las oscuras y pesadas cortinas de pana bajan, Dionisiano vuelve a permanecer quieto e inmóvil. Hay algo que no cambia en él. No es su expresión, porque va oculta. No es su alegría, porque otras manos la dibujan. Es quizá aquello que queda escondido cuando me mira. Dionisiano tiene que entrar en escena. Hoy sus hilos van a desplegarse en un baile. Ya se escucha el sonido de los violines. Las luces del escenario se encienden. Comienza la función.

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