LLegué una tarde que no recuerdo bien. No sé si había sol o llovía. Me
acuerdo sí, del tiempo que se fue construyendo tras la unión de muchas otras
tardes que llegaron después. No se cuál de ellas fue aquella en la que puse mis
valijas sobre la mesa y comencé a sacar mis ropas y mis emociones. En el
transcurrir de ese tiempo que no termina, me quité de encima todas mis
vestiduras. Un día saqué las lágrimas junto a un saco que cruzaba en el pecho
un dolor. Otra tarde fue un estallido de sonrisas las que logré sacar del
fondo, casi amarillentas y con polvo. Todas las pisadas quedaron allí
expuestas, sin cordones, gastadas por el tiempo. Me costó sacar del bolsillo
grande algunas palabras. El cierre trabado, oxidado , finalmente cedió. He
deshecho las valijas en esas tardes y en una especial, una que oscurecía las
miradas, un pájaro se posó en la ventana y cantó. Mientras, sin luz, yo sacaba
dolores recientes, que allí iban guardados. Muchas tardes de verdades y de
secretos develados. Saqué también mis rulos, que desde pequeña iban allí, en mi
valija. Recuerdo ahora esa valija y alguna tarde.
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