Ayer, en primera. Parecía que íbamos hacia adelante. Atentos a los
cruces. Sin semáforos. Con luces bajas, siempre prendidas. Las razones, junto a
los papeles, guardadas. Sensaciones en ascenso. A punto de entrar en cuarta. Rebaje.
Silencios. Punto muerto. Volvemos a iniciar. Otra vez los cambios. Acelero y
encuentro. Avanzo y tiemblo. El espejo retrovisor se despegó del vidrio. Solo
quedan los de los costados. Miro a mi derecha y te veo. Entonces, no freno. Vas
al lado. Vas distante. Vas con miedo. Vas ahí. Rebajo. Cambio a tercera. ¿A
dónde vamos? El sol está bajando. Música y poco combustible. Si acelero, nos
gana la tarde. Si rebajo y freno, entramos en la noche. ¿Estás asustado? Mucha
velocidad. Vamos dejando atrás. Vamos descubriendo instantes. Ventanillas
bajas. Aire en la cara. Puedo poner quinta o darte la mano y solo mirarte. No
responde el acelerador ni el embriague, mucho menos el freno. Los papeles y las
razones, vuelan por el aire. Sin temores. Vuelve a amanecer. Si hay risas, hay
primera. Hay música y están tus manos.
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