Dionisiano ríe cuando los hilos lo sueltan. Parece despojado de esas
ataduras. Ese es el momento en el que imagino mi beso para él. Tan pequeño, mi
Dionisiano, va transformando su dulzura en pasión y yo solo lo despierto. Lo
aplaudo y lo animo. Sujeto fuerte su mano para que pueda soñar. Un instante en
el que no necesito mirarlo. ÉL prepara su hombro para recibir mi cabeza apoyada
en su cuello. Dócil, mi Dionisiano, solo descubre espacios para que yo pueda vivir
en su mirada. Intenta mover su boca y entre sus silencios, entro a su mundo. Sigo
escuchándolo, Siento sus latidos. Parece despierto, mi Dionisano. Sus ojos van
en viaje hacia otro sueño, uno nuevo al que me invitan sus hilos, lentamente
sosteniendo mi ansiedad. Dionisiano y yo reimos. Luego mi lágrima cae
aterrizando en su pecho. Él la atrapa y la esconde entre sus manos, que devoran
mi dolor.
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